El necio egoísta y sonriente, y el necio triste y ceñudo serán tenidos por sabios y servirán de norma.
Sólo Dios sabe cuándo podremos encontrarnos de nuevo. Estoy triste y alegre a la vez, Hamida. Estoy triste porque no te veré, y contento porque el largo camino que voy a emprender es el único que puede llevarme hasta ti. Mi corazón se quedará aquí, en el callejón, de eso puedes estar segura.
Nuestra intuición de Dios es una prueba insuficiente de su existencia. Hay otra más sólida: nuestra capacidad de dudar de él.
Una verdad insuficiente resulta eficaz por una temporada, pero luego, en vez de una elucidación completa, se presenta de pronto algún error deslumbrante. Este le basta al mundo, y el engaño se mantiene así durante siglos.