Ninguna era tan bella como tú durante aquel fugaz momento en que te amaba: mi vida entera.
La tensión se aflojó poco a poco. Ella tomó entre sus manos la oscura cabeza de su amigo y lo miró. Sonrieron aliviados, divertidos, temblorosos, seguros de que no intentarían una aventura fugaz porque estaban hechos para compartir la existencia en su totalidad y emprender juntos la audacia de amarse para siempre.
Ser humano exige ver lo perecedero y el mismo perecimiento como elementos de nuestra propia condición.