Está pronto a decir siempre tu opinión, y el ruin te evitará.
El hombre que se complace en afligir a otro su semejante no puede menos que tener un alma ruín y un corazón protervo.
En el corazón del siglo soy un ser confuso y el tiempo aleja cada vez más el objetivo y el fresno cansado del bordón y el miserable verdín del cobre.
Mi madre me esperaba en la estación. Lloró al verme regresar. Tú lloraste al verme partir. ¡Tan miserable es nuestra condición que no podemos desplazarnos de un lugar a otro sin que cueste lágrimas para ambas partes!
El hombre avaricioso está lleno de temores, y quien vive con temor será siempre un siervo.
Solo aquél que esté convencido de que no se desintegrará aunque el mundo, desde su punto de vista, sea demasiado estúpido o demasiado mezquino para merecer lo que él pretende ofrecerle, sólo aquel que sea capaz de decir ¡A pesar de todo!; tiene vocación política.
¿Y el hombre? Nada por sí mismo, no será más que una parte de un todo, y es entonces cuando habiendo perdido la vanidad de su pequeño y mezquino individualismo, ¡será feliz en este Edén que él habrá creado!