Yo admiraba a Sartre por una gran parte de su obra, pero tenía mis dudas acerca de la perennidad de sus escritos filosóficos en los que invención, creación e imaginación cedían el puesto al discurso más convencional de la cultura universitaria.
Para que una película parezca prodigiosa a los espectadores (...) hay que acabar el repugnante ritmo cinematográfico actual, esta convencional y enojosa retórica del movimiento de la cámara. ¿Cómo creer en el más banal de los melodramas cuando la cámara sigue al asesino por todas partes en trávelin, hasta el lavabo donde va a lavarse la sangre que mancha sus manos?
Por mi parte creo que aquel espíritu inculto era de los que se dejan atrapar por sus propias mentiras, y que el fanatismo corría en él parejo con la astucia
Medirá unos 16 centímetros, y es como un colgajo que desciende hasta más abajo del mentón. Es de grosor parejo desde el comienzo al fin; en una palabra, una cosa larga, con aspecto de embutido, le cae desde el centro de la cara.
El investigador sufre las decepciones, los largos meses pasados en una dirección equivocada, los fracasos. Pero los fracasos son también útiles, porque, bien analizados, pueden conducir al éxito. Y para el investigador no existe alegría comparable a la de un descubrimiento, por pequeño que sea...
No vale la pena especular sobre ello, ya que el alivio aunque fue sólo un alivio comparable al que un latigazo produce en medio de una gran tensión o un relámpago a mitad de un día sofocante vino con el último cambio y se produjo con gran precipitación.
¿Qué hay de común entre nuestro conocimiento y el de Dios, como no sea que los nombramos con un mismo vocablo? Los Profetas lo han expresado paladinamente: Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dice el Señor. Como son más altos los cielos que la tierra, así mis pensamientos y mis caminos son más altos que los vuestros.
[La poesía...] También da a la gente como nosotros, a la gente común y corriente, a la gente sensible, palabras para expresar lo fundamental de lo cotidiano que es el encuentro y el desencuentro del amor, de la muerte, el deseo, es decir, las cosas pequeñas y esenciales de la vida.
El amor le pareció curiosamente semejante a algo... ¡A la comida! Sentimos su fuerza mientras está en la mesa, luego en el estómago, a continuación en la sangre de otra forma, hasta que se transforma en células. Estas células se renuevan con el paso del tiempo sin que queden huellas de las mismas.
Hay que abandonar toda idea de evolución natural; no existe semejante cosa. Nada prueba que, desde el punto de vista biológico, el hombre esté más avanzado que el microbio.