La sociedad es inevitable como la muerte. En el plano material, nuestra potencia es débil contra tales límites. Pero el sabio destruye en sí mismo el respeto y el temor a la sociedad, como hace con el temor a la muerte. Es indiferente a la forma política y social del medio en que vive como es indiferente a la clase de muerte que le espera.
No me dejaré seducir por mi lengua materna, ni por su promesa de leche. ¡Me es indiferente en qué idioma no he de ser entendida por nadie!
En América Latina, decía, la frontera entre el fútbol y la política es tan tenue que casi resulta impercetible.
Aquel día dejé de ser un reflejo de mis escasos triunfos pasados y empecé a ser mi propia tenue luz de este presente; aprendí que de nada sirve ser luz si no vas a iluminar el camino de los demás
Sólo sabemos invocar como niños el frío por miedo de irnos solos a la sombra del tiempo.
Llamaron a la puerta y miré por la ventana. Vi que estaba lleno de enanos, todos con los mismos trajes. Resulta que eran policías pero yo no me di cuenta. Parecían personas pequeñas vestidas de azul oscuro y con cascos brillantes. Les dije que entraran, que hacía frío fuera.