Parece un absurdo que las leyes, esto es, la expresión de la voluntad pública, que detestan y castigan el homicidio, lo cometan ellas mismas, y para separar a los ciudadanos del intento de asesinar ordenen un público asesinato.
No puedes separar la paz de la libertad, porque nadie puede estar en paz, a no ser que tenga su libertad.