[El LSD] Fue como abrir una puerta, realmente, y antes, uno ni siquiera sabía que esa puerta existía. Me abrió una conciencia nueva, distinta, incluso aunque estuviera, como dijo Aldous Huxley, en los maravillosos pliegues de los pantalones de gamuza gris. Desde ese mínimo concepto, hasta el hecho de que cada brizna de pasto y cada grano de arena son algo vibrante y latente.
Subí a mi habitación por los polvorientos peldaños de Bunker Hill y pasé ante los edificios forrados de hollín que jalonaban aquella calle en sombras; la arena, el aceite y la grasa asfixiaban las palmeras inútiles que se erguían cual prisioneros moribundos, encadenados a un mínimo pedazo de tierra y con los pies ocultos por el asfalto negro.