No voy a decir que lo repetiría, pero me vino bien. Me movía por inercia, no tuve ni un mes para pararme a reflexionar. Gracias al desafortunado incidente, llegué a mi casa y me planteé muchas cosas de mi vida.
Me gusta ver semblantes tristes en tiempo claro y alguna alegre risa oír entre los truenos; bello y feo me gustan: dulces prados, con llamas ocultas en su verde, y un reírse zumbón ante una maravilla.
Las personas valen lo que vale el apego de la gente, y es de ahí que el maestro Pueblo sacó aquel adagio de que quien al feo ama bonito le parece.
¿Quién se siente desgraciado por no ser rey, sino un rey destronado?
A todos nos dicen que no valemos nada, y nadie te da una oportunidad en este mundo, siempre hay un desgraciado que intenta humillarte y hasta que mueras alguien pensará que tú eres un imbécil; tienes que hacerte tu propio mundo hasta que te escuchen.